Un comentario acerca de la violencia

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Gary Fancione | agosto 13, 2007 | Traducción: Ana María Aboglio. Ediciones Ánima

© Gary Francione. © Traducción: Ana María Aboglio © 2007 Ediciones Ánima
Texto perteneciente al Blog personal de Gary Francione.
13 de agosto de 2007

Me preguntan con frecuencia cuál es mi punto de vista en relación a las personas que apoyan el uso de la violencia contra los explotadores de animales.

Mi respuesta es simple: Estoy violentamente en contra de la violencia.

Tengo tres razones para mi posición.

Primero, en mi opinión, la posición de los derechos animales es el rechazo máximo de la violencia. Es la afirmación máxima de la paz. Veo al movimiento por los derechos animales como la progresión lógica de un movimiento de paz, el cual procura poner fin al conflicto entre los humanos. El movimiento por los derechos animales procura, como ideal, dar un paso adelante y poner fin al conflicto entre humanos y no humanos.

La razón que nos hace estar en medio de esta confusión global en la que estamos ahora, es que a través de la historia nos hemos involucrado, y continuamos involucrándonos, en acciones violentas, a las cuales intentamos justificar como medios indeseables para conseguir fines deseables. Cualquiera que usó alguna vez la violencia afirma que lamenta haber tenido que recurrir a la misma, pero argumenta que un objetivo deseable supuestamente justifica su uso. El problema es que eso facilita un ciclo interminable de violencia, donde cualquier persona una fuerte convicción acerca de algo que puede adoptar la violencia hacia otros como un medio para alcanzar un bien mayor, y aquéllos que son el objetivo de esa violencia, pueden encontrar una justificación para su propia respuesta violenta. Y así sucesivamente seguirá.

Esto es un pensamiento moral consecuencialista, y está destruyendo el mundo así como conduciendo a algunas contradicciones muy peculiares. Una gran parte de Occidente afirma abrazar el Cristianismo. Aunque pueda no ser claro acerca de algunas cuestiones, el Nuevo Testamento ciertamente deja claro que la violencia debe ser rechazada. Sin embargo, líderes supuestamente cristianos, junto con su electorado supuestamente cristiano, justifican las más violentas acciones, con un supuesto gran rechazo, con el fin de alcanzar un bien supuestamente mayor, cualquiera que pueda ser. Aquéllos contra quienes estos actos violentos son dirigidos también afirman adherir a religiones que rechazan la violencia, pero se sienten justificados para usar la violencia como respuesta. Así, tenemos tanta gente alegando que rechaza la violencia como una cuestión religiosa fundamental, pero que está involucrándose en la violencia. ¡Y decimos que los humanos son racionales y los no humanos no lo son!

La violencia trata a otros como medios para fines en vez de tratarlos como fines en sí mismos. Cuando actuamos violentamente contra otros –sean humanos o no humanos–, ignoramos su valor inherente. Los tratamos sólo como cosas que no tienen ningún valor, excepto el que nosotros decidamos darles. Esto es lo que lleva a las personas a involucrarse en crímenes de violencia contra la gente de color, mujeres, gays y lesbianas. Esto es lo que nos lleva a cosificar [1] a los no humanos y tratarlos como recursos que existen solamente para nuestro uso. Todo esto es erróneo y debe ser rechazado.

Segundo, según aquéllos que defienden la violencia, ¿contra quiénes, exactamente, es dirigida esta violencia? El productor que cría animales porque un número abrumador de humanos demanda comer carne y productos animales. El productor cría esos animales en condiciones intensivas porque los consumidores quieren que la carne y los productos animales cuesten lo menos posible. Pero ¿es el productor el único culpable aquí? ¿O la responsabilidad compete también a aquéllos de nosotros que comen productos animales, incluyendo todos los omnívoros conscientes, la “gente animalista” no vegana que consume “huevos de gallinas libres de jaula” y carne “feliz”, que originan la demanda sin la cual los criadores estarían haciendo alguna otra cosa con sus vidas? Supongo que es fácil caracterizar a los criadores como el “enemigo”, pero eso ignora la realidad de la situación.

¿Y qué acerca del vivisector, un objetivo común de aquéllos que defienden la violencia? Dejando de lado el debate acerca de si la vivisección produce realmente datos útiles para hacer frente a los problema de la salud humana, la mayoría de las enfermedades por las cuales los vivisectores están usando animales podrían ser totalmente evitadas, o drásticamente reducidas, si los humanos dejaran de comer alimentos provenientes de animales, y abandonaran comportamientos destructivos como el hábito de fumar, de beber alcohol en exceso, de usar drogas y de no hacer ejercicio. Nuevamente, ¿quién es el verdadero culpable? Yo ciertamente no pienso que el vivisector se justifique por ninguna razón, pero encuentro curioso que aquellos que defienden la violencia puedan ver a los vivisectores separándolos del resto de las condiciones sociales que llevan a la vivisección –y en estas condiciones todos somos cómplices.

Más aún, no debemos olvidar que siempre hay múltiples formas de abordar los problemas de salud. La vivisección es una de ellas y, según la opinión de muchos (entre los que me incluyo), no es una elección particularmente eficiente. La decisión de invertir recursos sociales en la vivisección, en vez de hacerlo en otros medios probablemente más eficientes, refleja una decisión tanto política, y probablemente más política, como científica.

Por ejemplo, el considerable gasto en investigación del SIDA usando animales, ha producido poca utilidad para el sufrimiento de los humanos con SIDA, y la mayor parte de lo que resultó en una más larga y mejor vida para los que sufren de HIV y SIDA provino de investigación clínica con humanos que dieron su consentimiento para esas pruebas. Es ciertamente plausible afirmar que si el dinero gastado en investigación con animales hubiera sido gastado en campañas públicas educativas acerca de sexo seguro y recambio de jeringas, y en distribución de preservativos, el promedio de nuevos casos de HIV habría bajado drásticamente. La elección de hacer experimentos con animales para tratar el problema es, en varios aspectos, una decisión tanto política como social. La experimentación en animales es considerada una forma aceptable de resolver el problema del SIDA, mientras que la educación acerca de sexo seguro y la distribución de preservativos y jeringas son cuestiones políticamente controvertidas.

Entonces, nuevamente, el vivisector no es el único culpable aquí. En realidad, se puede argumentar que los principales responsables por el uso de animales en investigación del SIDA son los políticos reaccionarios que responden a una política reaccionaria que rechaza medios más efectivos de tratar con el SIDA.

Tercero, no está claro para mí qué es lo que aquéllos que apoyan la violencia esperan alcanzar en la práctica. Ciertamente ellos no están haciendo que el público vea con más simpatía los intereses de los animales no humanos. Y es bien posible que lo contrario sea verdad y que, en cuanto a la percepción del público, esas acciones tengan un efecto negativo. Vivimos en un mundo donde prácticamente cualquier persona en condiciones de poder comer productos animales, lo hace. En tal mundo, no hay contexto en el cual la violencia pueda ser interpretada de ningún otro modo que no sea como algo negativo.

En otras palabras, en un mundo en el cual comer productos animales es considerado, por la mayoría de las personas, como algo tan “natural” o “normal” como beber agua o respirar aire, es bastante probable que la violencia sea vista como nada más que un acto de lunáticos y no contribuya para nada a promover una reflexión social más avanzada con respecto a la cuestión de la explotación animal.

La explotación animal impregna a toda nuestra sociedad. Esto ocurre porque pensamos que los fines (los supuestos beneficios que obtenemos del uso de los animales) justifican los medios (imponer sufrimiento y muerte a billones de no humanos cada año), y porque tratamos a los animales exclusivamente como mercancías e ignoramos su valor inherente. La situación no puede ser tratada de forma seria y significativa aplicando esas nociones para justificar la violencia contra los humanos.

El hecho de que al menos algunos “defensores de animales” que apoyan la violencia, ni siquiera sean veganos, es para dejarnos verdaderamente perplejos. A esas personas les importa tanto los animales que infligen daño a otros humanos que explotan no humanos, pero parece que ellas mismas no pueden dejar de explotar no humanos.

La conclusión es clara. El único medio de que un día podamos tener un impacto significativo en cuanto al problema, es a través de la educación no-violenta. Esta comienza con nuestra conversión en veganos y rechaza la violencia contra los animales en nuestras propias vidas, y se difunde a través de la educación vegana creativa y no-violenta.

Planeo tratar este tema con más profundidad en futuros ensayos, pero quería compartir algunas reflexiones preliminares con ustedes.

Nota

[1] En inglés: commodify. Si bien para este artículo se ha traducido como “cosificar”, se ha usado el anglicismo “comoditizar” para el verbo, y “comoditización” para el sustantivo, en algunas traducciones al español, al considerarse que se integra así con eficiencia la idea compleja de cosificación, estandardización, mercantilización e indiferenciación. [Nota de la traductora]