Los caminos de la carne

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Sergio Greif | 2006 | © Traducción: Ana María Aboglio. Ediciones Ánima.

Pasé algunos de mis últimos años en el interior de San Pablo, fiscalizando fuentes de polución ambiental: usinas de azúcar y alcohol, fábricas de procesamiento de polímeros, fundiciones, etc. Sin embargo, nada me pareció tan contaminante y agresivo como las curtiembres y mataderos de animales. Estas actividades son, sin duda, extremadamente contaminantes, pero pretendo hablar sobre este tema en otra ocasión. Me gustaría reservar este momento para hablar sobre otra forma de violencia, aquella que presencié en los mataderos de animales.

A pesar de que el sufrimiento del animal que será matado se inicia ya en su nacimiento, en el matadero es donde él encuentra su fin. No es un fin agradable, tranquilo o sin dolor, como muchas personas quieren que se crea. Las personas son llevadas a creer que los animales que les sirven de alimento tuvieron una vida de placeres, brincando en los campos con otros animales de hacienda y que en determinado día, ellos fueron transportados y matados de forma indolora. Esta es la imagen que la industria de la carne nos acerca, con sus propagandas de animales sonrientes y sus embalajes coloridos que casi no sangran.

Las personas no aceptan, o no quieren aceptar, que los animales criados para producir carne tuvieron toda una existencia miserable, privados de luz de sol, de aire fresco, de poder pisar la tierra. El objetivo de criar animales para convertirlos en carne no es, claro, la felicidad de los animales. El objetivo es el lucro, producir más carne, en menor espacio y en el menor tiempo posible. De esta manera los ovinos, porcinos, y pollos son criados en locales con alta densidad de individuos, en espacios mínimos que limitan sus movimientos y desempeño de las actividades más básicas, características de su especie. Los bovinos todavía son criados de manera extensiva en Brasil, pero esta realidad tiende a ser alterada con el aumento de la demanda y profesionalización del sector.

Describir lo que sucede en un matadero no es una tarea fácil. Probablemente leer sobre lo que les pasa tampoco lo sea, pero creo que tenemos la obligación de divulgar estas verdades, y deshacer los mitos que se forman, de que los animales no sufren con su muerte. Todo aquel que se alimenta de animales tiene el deber de conocer este último e importante paso en la vida de la comida que tiene en su plato. Las descripciones que siguen representan lo que pude presenciar de la matanza de animales. Cuando sean citados procedimientos diversos a los que presencié, haré mención de ello.

Mataderos de Ganado

Los animales son transportados en camiones de transporte de ganado, generalmente con 12 animales que intentan mantenerse en pie mientras el vehículo se mueve. Los animales son generalmente traídos de haciendas próximas al matadero, pero en algunos casos provienen de localidades más distantes, lo que significa que este transporte puede durar varias horas. El camión entra en el matadero y los animales son descargados a golpes y puntapiés en un terreno cercado (imagino que fueron colocados en el camión también a fuerza de puntapiés. En este terreno los animales quedarán a la espera por algunas horas, porque los sacrificios casi siempre ocurren durante la madrugada.

No pude presencia la hora en que la matanza comienza, debido al horario, pero imagino que los animales son alineados en el corredor que lleva a la sala donde serán sacrificados. En las primeras horas de la mañana es evidente el estrés que están viviendo los que todavía esperan el turno para entrar en la sala de matanza, porque estos presenciaron la muerte de todos los animales que fueron antes que ellos. Sus ojos parecen salidos de órbita, tan irrigados de sangre, y sus mugidos son desesperados y frenéticos.

Estos animales oirán lo que acontece con los animales que entraron antes que ellos, sentirán el olor de su sangre y posiblemente verán alguna escena desagradable, y claro es que resisten hasta donde pueden para no pasar por el corredor que lleva a la sala del matadero. Por este motivo, un empleado del establecimiento los obliga a hacerlo dándoles puntapiés y descargas eléctricas a través de una vara. El animal sufre un verdadero pánico, intenta recular, pero es empujado hacia delante por el animal que está detrás, al que también le están dando descargas eléctricas. Él intentará arrojarse hacia los lados, pero las barras de acero solo le permiten avanzar hacia delante.

Al entrar en la sala de matanza, el animal presencia cerca de un minuto lo que le están haciendo a sus compañeros, algunos ya colgados, algunos siendo rebanados en diferentes procesos, su sangre y sus vísceras esparcidas por el piso de la sala. El animal intenta en vano de escapar, pero está completamente cercado por barras de acero. En este momento el animal sufre un proceso que se llama “insensibilización”. En el caso de los mataderos que visité, esta insensibilización se hacía con una pistola neumática, pero en muchos mataderos la insensibilización todavía se hace a golpes de mazo. La pistola neumática dispara una varilla metálica en el cráneo del animal, perforándolo hasta el cerebro. Se dice que éste es un método “humanitario”, porque el animal no sufre dolor y permanece inconsciente por todo el resto del proceso, pero la verdad es que no podemos saber si el animal de hecho no siente dolor. Ciertamente la pistola lo inmoviliza, pero el animal no parece desconectado, apenas aturdido y sin posibilidad de reaccionar. Algunas veces, un mismo animal precisa ser insensibilizado más de una vez, lo que demuestra que este no es un método “humanitario” ni indoloro.

En el paso siguiente, el animal es colgado cabeza abajo en una cadena, suspendido por una de las patas traseras. Es posible que en este momento el peso del animal haga que se rompa algunos de sus ligamentos, dislocando sus miembros.

En el momento en que el animal es suspendido, percibo que su cabeza todavía se mueve. El empleado del matadero dice que son espasmos, contracciones involuntarias, que el animal ya no puede sentir. Pero sus ojos todavía parpadean, la lengua todavía se mece, intentando contener el vómito y tirando hacia adentro el aire. ¿Este animal no está sintiendo dolor?

El animal entonces es desangrado, degollado, destripado y desollado. La sangre que chorrea es recogida en parte para unos toneles, pero la mayor parte cae en una canaleta. Las heces y el vómito son recogidos en otra canaleta. Con enormes cuchillos se le abre el vientre y sus vísceras son arrojadas al piso. Algunos animales todavía parecen mecerse en esta etapa y tengo la impresión de que ellos pueden ver sus vísceras en el suelo. La sangre y las vísceras serán llevadas al sector de procesamiento de embutidos (longaniza, salchichas, etc.)

La piel de estos animales que sirven para la producción de carne no es considerada de buena calidad, pero igualmente son retiradas para usos menos refinados. Después de eso, se baja al animal y se le retiran los testículos, las mamas, las patas y la lengua. Estas “piezas” son comercializadas como manjares o son llevadas al sector de “grasa”, de donde saldrá el jabón y la gelatina.

Como los mataderos que visité tenían una producción muy grande, una “línea de desmontaje” como dirían algunos, poca atención se le daba a cada animal e incluso en la etapa de extracción del cuero y el desmembramiento, algunos animales todavía se estaban agitando.

En este matadero el cuero es retirado casi completamente por una máquina que parece una máquina de hacer masas, el empleado apenas tiene que separar el cuero en algunos puntos. Finalmente, ocurre el corte seccional de la “pieza”. El animal es dividido en dos mitades y se lava la carcasa. En este momento, dependiendo de la finalidad, el animal podrá ser fraccionado en cortes o su carcasa podrá ser llevada al frigorífico. Cuando la carne llega a la cámara fría, el calor del animal todavía emana de él. Las carcasas son colgadas en ganchos alineados y a pesar del frío, el hedor nauseabundo de la carne es perfectamente perceptible. De allí la carne irá hacia las carnicerías y mercados.

Mataderos de porcinos.

La matanza de porcinos es un poco diferente a la matanza de bovinos. Algunos de los mataderos que conocí simplemente no lo hacían, otros reservaban un día a la semana para la matanza de cerdos y solo uno tenía un programa de matanza constante de porcinos.

Los cerdos son criados en el sistema de confinamiento, a diferencia del ganado bovino, en Brasil. Estos animales son criados en cobertizos cubiertos y muchas veces quedan aislados del suelo. Reciben una ración de engorde y jamás tienen la posibilidad de revolcarse en la tierra, comer pasto, etc. La idea es que el animal reciba alimentos calóricos y que gaste poca energía moviéndose. De esta forma el animal gana peso en menos tiempo. En los últimos días, los que anteceden al sacrificio, el animal recibe menos ración y uno o dos días antes apenas recibe agua. Esto se hace para que a la hora del corte, haya menos heces transitando el tracto digestivo, lo que facilita la limpieza de la carcasa del animal.

Los cerdos llegan en un camión de transporte, son cercados apilados en pisos, las heces de los cerdos de arriba caen sobre los cerdos de abajo y el olor del camión como un todo es insoportable, incluso cuando se está conduciendo atrás de uno de éstos en una autopista, a 120km/hora. En el matadero, los enrejados conteniendo los animales son descargados sin muchos cuidados. Los animales son forzados a salir a fuerza de puntapiés o a golpes de cachiporras. En el patio de espera, los animales oyen lo que pasa con los que ya están en la sala del matadero, y se desesperan. No pude dejar de notar en una de las visitas que hice a uno de estos mataderos, que en ningún momento los cerdos se callaban. Todo el tiempo en que los animales esperaban en el terreno, un empleado del matadero intentaba calmarlos pegándoles con una porra.

De la misma manera, para que entraran en la sala de matanza, los animales eran conducidos con puntapiés y golpizas.

En la sala de matanza el animal recibe un electrochoque que le causa una parálisis, pero ciertamente no su muerte. El animal es entonces suspendido por una de las piernas y degollado con un cuchillo (la sangre se dirige hacia un tanque) y sus vísceras son retiradas. Enseguida es sumergido en un tanque de agua hirviendo y después es desmembrado. Debido a la velocidad con que ocurre este proceso, algunas veces el animal es sumergido todavía vivo y consciente en agua hirviendo, y llega todavía parpadeando a la mesa de corte y desuello.

Matadero de aves.

El sacrificio de aves se hace en establecimientos especiales denominados “mataderos de aves”. Conocí mataderos grandes, de las mayores empresas nacionales y que venden sus productos en todo el mundo. Por este motivo, el flujo de actividades en estos establecimientos es constante. Se ven filas de camiones trayendo pollos de distintas granjas para ser sacrificados. Los animales son transportados en pequeñas jaulas que contienen 5 o 6 aves, muchas de ellas ya llegan muertas debido al estrés del transporte y el tiempo de espera. Presenciar el descargue de estos animales es una visión única. Las jaulas son abiertas, y los animales apresados por las patas, cabeza abajo, en ganchos apresados a una cinta transportadora. Los animales no parecen tener ninguna reacción.

Cierta vez vi una cinta transportadora parar para el almuerzo de los empleados, algunas jaulas ya estaban abiertas. Las aves continuaban allí, incluso las que salían de las jaulas apenas se subían a la reja, no tuvieron el impulso de salir.

Una de las aves que fue a parar debajo del camión quedó allí por más de una hora. No es que estos animales no tengan amor por su propia vida, sino el hecho de que jamás tuvieron la oportunidad de ejercitar sus músculos.

La mayoría de aquellos animales tenía cerca de 45 días de vida y fueron criados para tener muslos y pechos enormes, no para andar por ahí. Por este motivo, eran incapaces de dar más que algunos pasos. En las cintas transportadoras los animales son llevados para la sala donde ocurre la matanza. Allí reciben un choque de pequeño voltaje, que debería servir para aturdirlos, pero en realidad, solo deja a las aves más agitadas. Pregunto por qué no aumenta el voltaje, de esta forma las aves simplemente morirían o serían al menos aturdidas. El gerente de producción me explica que si les aumentasen el voltaje el animal de hecho morirías, pero esto también endurecería la carne. Ellas siguen entonces para una máquina que procede a degollar automáticamente y después van a un baño de agua hirviente. Entonces son desplumadas y desvisceradas. Muchas veces todavía están vivas cuando llegan a estas últimas etapas, habiendo incluso sobrevivido a la escaldadura. Presencié inclusive animales que en una u otra fase del proceso se soltaron de los ganchos y cayeron al suelo, donde la dejaron debatiéndose.

Los empleados no hacen nada para abreviar el sufrimiento, pues no pueden desligarse de sus actividades en la cinta transportadora. De esta forma, la muerte de estos animales es todavía más lenta y dolorosa.

¿Quién son los responsables por estas muertes?

Incluso una persona sensible, cuando es expuesta a estas escenas durante cinco días por semana, ocho horas por día, acaba insensibilizándose. Esta es la realidad del empleado de un matadero. Si estos son hombres truculentos y rudos, es porque su medio de vida los hizo así. Ciertamente si estas personas conservaran su sensibilidad, no serían calificadas para su trabajo. Pero su trabajo solamente existe porque alguien les paga para hacerlo. Entonces el empleado del matadero no debe ser visto como el único culpable de la muerte de estos animales. El propietario del matadero tampoco, porque solo mantiene su establecimiento, ya que alguien compra sus productos. Las carnicerías y supermercados la misma cuestión. El único que puede impedir que estas muertes continúen ocurriendo es el consumidor.

El consumidor sí, aquél que se siente incómodo de visitar un matadero, que prefiere no saber la verdad, ahorrándose de ver estas escenas, que prefiere olvidar que los pedazos de carne en piezas eran un animal pocos días antes. Este sí es el verdadero responsable.

Nos indignamos con rapidez con la matanza de bebés focas en Canadá, con la caza de zorros para hacer abrigos de piel o con el consumo de carne de perro en China. Estamos listos para levantar banderas en defensa de las ballenas, de la selva amazónica o a dar algún dinero para Greenpeace. Y todas estas cosas de hecho son importantes, pero están muy lejos de nuestra realidad. Es fácil no tener un abrigo de piel de zorro o de una foca, es fácil no ser culpado de las muertes de estos animales y es más fácil aún condenar a la persona que usa estos objetos. Pero la muerte de una vaca, un cerdo, un pollo, o cualquiera sea el animal, no debería recibir una consideración diferente solo porque su utilización es tradicional según nuestro punto de vista.

Cualquier persona que participe de su ciclo de explotación es culpable por la muerte de un animal, sea nativo, exótico, abundante o esté en vías de extinción. El hecho de que percibimos la crianza y muerte de animales en mataderos como un hecho banal solo agrava esta situación. Estos animales no vivieron existencias de acuerdo con los hábitos de su especie y en determinado día fueron matados en el campo. Ellos llevaron vidas indescriptiblemente sufridas y tuvieron un fin doloroso. Y si esto no está mal, nada en el mundo lo está.

No me hice vegetariano por haber presenciado las escenas que acabo de describir. Ya lo era hace más de 20 años. Haber visitado algunos mataderos solo sirvió para fortalecer mi sensación de que estaba en el camino cierto. Saber que no soy parte de esto, en cierta forma, me confortaba. También me daba la certeza de que debía decirle a las personas lo que vi, y la importancia de que se concienciaran respecto de estos hechos.