Las mujeres y el cáncer de mama: oportunidades para prevenirlo

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Ediciones Ánima. Traduccion autorizada al cuidado de Alejandro Kapacevich

Basta con preguntarle a cualquier doctor qué es lo que una mujer puede hacer para prevenir el cáncer de mama, y la respuesta probablemente será: hacerse anualmente una mamografía después de pasar los 50 años de edad, o quizás después de los 40. Las mamografías por supuesto son importantes. Pero éstas no previenen el cáncer, sino que lo encuentran. Luego, la biopsia, la cirugía, o la quimioterapia son necesarias.

Lo que es ampliamente desconocido para el público americano “y tristemente subestimado en las escuelas de medicina- es que el cáncer de mama a menudo es una enfermedad prevenible. Cuando estudiaba medicina, no me enseñaron que el cáncer de mama tenía alguna relación con los factores alimenticios. En aquel entonces, el cáncer de mama atacaba a 1 de cada 11 mujeres. Cuando era un residente, a principios de los años 80´s, la mayoría de los doctores permanecían ignorantes ante cualquier factor de riesgo que podía ser controlado, y la estadística aumentó en una escala de 1 a 10. La falla para prevenir el cáncer de mama ha generado un gran aumento; hoy en día, la enfermedad ataca a una de cada ocho mujeres.

No es que los científicos no tengan suficiente información. Como hace mucho tiempo, en 1982, el Consejo Nacional de Investigación publicó un informe llamado «Dieta, Nutrición, y Cáncer», (1) demostrando la cantidad de evidencia ya disponible y que relaciona a factores dietarios específicos con el cáncer de mama y otros órganos. Pero los folletos sin recomendaciones específicas no tuvieron éxito en los consultorios de investigación cancerígena. Nunca hubo un esfuerzo organizado para brindar a las mujeres la información que ellas necesitaban para tomar decisiones acerca de la prevención.

Los factores dietarios surgieron a través de las comparaciones de diferentes países. En Japón, por ejemplo, el cáncer de mama es raro. Pero las mujeres japonesas que se fueron a vivir a Estados Unidos pronto tenían el mismo riesgo de cáncer que el resto de las americanas “por lo menos un 400% mas que las de Japón. Las diferencias en el riesgo de cáncer entre EE.UU. y Japón no se debe a un tema genético. El factor fundamental es la cantidad de grasa, especialmente grasa animal, en la dieta. (2,3) En Japón, solamente cerca del 15% de las calorías en la dieta provienen de la grasa. En EE.UU., el contenido graso de la dieta ha sido el doble de alto, cerca del 35%. Cuanto mas grasa consumen las mujeres, mayor es su riesgo de padecer cáncer. Resultados similares fueron encontrados en relación a otros países.

Cuando la relación entre la grasa y el cáncer fue encontrada, los investigadores no tuvieron que buscar muy lejos para una explicación. Varias posibilidades se presentaron solas. En primer lugar, es sabido que muchos tumores en la mama son «acelerados» por los estrógenos, las hormonas sexuales femeninas tanto para hombres y mujeres. Pero cuanto mas estrógeno haya, mayor será la fuerza que empuja a algunos tipos de cáncer de mama. El principal estrógeno es el estradiol, y la cantidad de estradiol producida por el cuerpo está relacionada con la cantidad de grasa en la dieta. En dietas con altos niveles de grasa, la producción de estradiol aumenta. En las dietas bajas con contenido graso, disminuye. (4-6) Cuando al principio las mujeres adoptan dietas bajas en grasas, sus niveles de estradiol caen notablemente en un corto periodo de tiempo. Las personas veganas (aquellas que no consumen ningún producto derivado del reino animal) tienen niveles significativamente bajos de estradiol con respecto a las personas que no son vegetarianas. Quizás esto sea por el bajo contenido de grasa de la dieta vegana.

Además, el estradiol es transportado en la sangre por moléculas especiales cargadoras. En las dietas con gran nivel de grasa, mas estradiol es liberado de estas moléculas y se convierte en biológicamente activo. Entonces, las dietas con gran tenor graso pueden promover el cáncer al incrementar la cantidad de estradiol biológicamente activo en el cuerpo. Entonces las dietas altas en grasas pueden promover el cáncer al incrementar la cantidad de estradiol biológicamente activo en el cuerpo.

Otro problema con las dietas altas en grasa es que la carne, las aves, el pescado, y los productos lácteos que generalmente conforman la dieta carecen de fibra. La fibra es la parte de los vegetales que resiste a la digestión en el tracto intestinal. La evidencia sugiere que la fibra ayuda a reducir los niveles de estrógeno al atraparlo en el tubo digestivo. Además, los porotos de soja, los cuales son el sostén principal de las dietas asiáticas, contienen fitoestrógenos: estrógenos muy débiles que pueden competir y cortar el efecto de los estrógenos normales. En este proceso, los productos derivados de la soja demostraron ser reductores del riesgo de cáncer.

Entonces, las dietas altas en grasas aumentan la producción de estrógeno, aparentemente aumentando el riesgo de cáncer. Las dietas bajas en grasas y con mucho contenido de fibra reducen los estrógenos a un nivel biológicamente más normal. Dado que la carne, las aves, el pescado, y los productos lácteos no contienen fibra en absoluto, aumentan el contenido graso y reducen en contenido de fibra en la dieta, desplazando los alimentos vegetales.

Desde que la mayoría de los americanos lleva dietas altas en grasas, uno puede preguntarse si el ascenso resultante de estrógeno puede tener otros efectos. La respuesta es casi seguramente un sí. Durante mi educación médica, trabajé un tiempo en una clínica de Washington. Allí, chicas de 12 y 13 años se acercaban a preguntar por píldoras anticonceptivas. Muchas de ellas ya habían tenido su primer hijo y no querían quedar embarazadas otra vez. Yo me preguntaba porque la naturaleza había elegido una edad tan temprana para convertir sexualmente maduras a estas chicas que no eran capaces de cuidar a un niño o ni siquiera permanecer en una relación de pareja firme y duradera. No obstante, la culpa no es de la naturaleza. De hecho, estudios comprueban que el cuerpo esta preparado para alcanzar la pubertad un poco mas tarde.

Según la Organización Mundial de la Salud, la edad promedio para alcanzar la pubertad en las chicas de países occidentales en 1840 era aproximadamente de 17 años de edad. (7) Hoy en día tomamos como un hecho que alcancen la pubertad a la edad de 11, 12 o 13 años. Hace 150 años las dietas altas en grasas correspondían a una pequeña parte de la población. En cambio, hoy en día estas dietas se expandieron a través de toda la población, y la pubertad cada vez aparece a una edad más temprana. Probablemente esto se debe al aumento de estrógeno ocasionado por el alto nivel graso en las dietas. La pubertad temprana se asoció con un aumento en el riesgo de contraer cáncer de mama. Una comparación de diferentes países apoya esta teoría. En China, todavía son fundamentales las dietas bajas en grasas. Allí, la edad de pubertad se alcanza entre los 15 y los 19. El Dr. T. Colin Campbell de la Universidad Cornell estudió la dieta China, la cual está basada en arroz y vegetales, con poca carne y nada de productos lácteos. Los efectos de esta dieta no solo son el retraso de la pubertad, sino también un increíblemente bajo nivel de enfermedades del corazón, obesidad, y por ultimo, cáncer.

Las dietas altas en grasa también pueden impulsar la absorción de agentes cancerígenos dentro del cuerpo. Los investigadores observaron, por ejemplo, que cuando los agentes cancerígenos del humo del cigarrillo son absorbidos a través del tejido pulmonar, estos tienden a viajar junto con las grasas en la sangre. Puede ser que en una dieta baja en grasas, el cuerpo sea menos capaz de absorber y transportar esos agentes.

La evidencia sugiere que otros factores también juegan roles importantes. El selenio, un mineral que se encuentra en los cereales, ayuda a prevenir el cáncer, así como también lo hace el ejercicio físico y evitar y/o disminuir al mínimo el consumo alcohol.

Podemos reducir dramáticamente el número de víctimas, no sólo de cáncer de mama, sino de otros cánceres. Como todo el mundo sabe ahora, una dieta baja en grasas, con alto contenido en fibra, o sea una dieta basada en vegetales, ayuda a proteger a las personas contra el cáncer de colon.

Y aún hay más: ahora tenemos algunas pistas para prevenir el cáncer de ovario. Un complejo y fascinante estudio realizado por el Dr. Daniel Cramer de la Universidad de Harvard aclaró y estableció la relación entre el cáncer y la dieta. El Dr. Cramer estudió cientos de mujeres con cáncer de ovario, y registró detalladamente lo que ellas normalmente comían. Las comparó con otro grupo de mujeres que eran similares en edad y otras variables demográficas pero que no habían desarrollado el cáncer. Había solo una cosa que las mujeres con cáncer habían comido con mucha más frecuencia que las mujeres sin cáncer: productos lácteos, especialmente los supuestos productos «saludables», como el yogur.

El culpable puede ser un producto de interrupción normal de la lactosa (azúcar de la leche). La lactosa es transformada en el cuerpo en otro tipo de azúcar llamado galactosa. A su vez, la galactosa es transformada por enzimas en el cuerpo. De acuerdo con el Dr. Cramer,(8) cuando el consumo de productos lácteos excede la capacidad de las enzimas para transformar la galactosa, hay una acumulación de galactosa en la sangre, que puede dañar a los ovarios de la mujer. Algunas mujeres tienen un bajo nivel de estas enzimas, y cuando consumen productos lácteos en su dieta básica, el riesgo de contraer cáncer de ovario puede triplicarse en comparación a otras mujeres. El problema es el azúcar de la leche, no la grasa, por lo tanto, no se resuelve eligiendo productos sin grasa. De hecho, el yogurt y el queso cremoso parecen ser los mas preocupantes porque la bacteria que es utilizada en su manufactura aumenta la producción de galactosa proveniente de la lactosa.

Hay una gran evidencia de que los factores alimenticios pueden ayudar a prevenir el cáncer. ¿Pero que hacer para ayudar a aquellos que ya tienen cáncer? La evidencia no es tan clara pero hay una razón para creer que la comida puede tener un importante efecto en este aspecto también. El sistema inmune es nuestra línea de defensa contra el inicio y la expansión del cáncer. La evidencia elemental, nos muestra que ciertas comidas pueden obstruir la función de este sistema mientras que otras pueden perjudicarlo. Por ejemplo, las células blancas se especializan en encontrar y destruir las células del cáncer. Un reciente estudio alemán demuestra que los vegetarianos tienen más del doble de actividad de células destructoras que los consumidores de carne. (9) Todavía no es sabido si la fuerza de inmunidad de los vegetarianos viene de un doble número de células destructoras o de un doble poder para destruir en cada célula. No importa cual sea la razón, los vegetarianos tienen una mayor defensa contra el cáncer. A lo mejor la fuerza inmunológica de una dieta vegetariana provenga de su bajo contenido graso y de los vegetales y frutas ricos vitaminas.

Las dietas bajas en grasa fortalecen las defensas inmunológicas contra las células cancerigenas. Investigadores en Nueva York probaron el efecto de estas dietas en las inmunidades.(10) Pusieron a voluntarios saludables en una dieta que reduce el contenido de grasa al 20%. Tres meses mas tarde, los investigadores tomaron muestras de sangre de los voluntarios y examinaron la cantidad de células destructoras. Como en el estudio alemán, la actividad de las células destructoras había aumentado, aunque no tanto como en las de la dieta vegetariana usada por los investigadores Alemanes. Aparentemente, las grasas y aceites (sean animales o vegetales) pueden perjudicar al sistema inmunológico. (11,12) Incluso los aceites de pescado interfieren con las células destructoras naturales. (13,14)

Ciertas vitaminas pueden elevar la inmunidad. El beta-caroteno se encuentra naturalmente en los vegetales amarillos y verde oscuros. Varios estudios realizados en el Instituto Nacional de Cáncer han demostrado que las personas que consumen gran cantidad de vegetales ricos en beta-caroteno disminuyen el riesgo de cáncer. El poder del beta-caroteno proviene en parte de la habilidad para neutralizar radicales libres, moléculas que tienden a formarse en el cuerpo y que pueden atacar las células y provocar cáncer. Las vitaminas C y E también poseen parte de esta habilidad. Pero el beta-caroteno también aumenta el numero de células destructoras y aumenta el numero de otro tipo de células blancas, denominadas «Células ayudadoras», que ayudan directamente a la respuesta inmunológica. (15) Minerales como el selenio, el zinc, y el hierro también son importantes para las funciones inmunológicas, aunque el zinc y el hierro, en exceso o en muy baja cantidad pueden generar problemas.

Una dieta preventiva para el cáncer tiene que ser muy diferente a la recomendada por el Instituto Nacional de Cáncer. í‰ste todavía recomienda un 30% de grasa en la dieta, a pesar de que hay una fuerte evidencia de que éste es un nivel muy elevado. Los Japoneses y los Chinos no ingieren una dieta con un 30% de grasa. Sus dietas tienen la mitad de grasa de lo recomendado por el Instituto Nacional de Cáncer de EE.UU. Un estudio realizado por el Dr. Willett y sus colegas en Harvard demostró que un dieta en la cual el 30% de sus calorías provienen de grasa no tienen un efecto medido en incidentes cancerigenos.(16) Una dieta preventiva contra el cáncer debería tener no más de un 10 o 15% de grasa y debería ser vegetariana.

Conjuntamente, el nuevo conocimiento en la prevención es un arma poderosa en la guerra para combatir al cáncer. De acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer, un 80% de los cánceres pueden detenerse antes de que empiecen. El tabaco aumenta un 30% de los casos de cáncer. Los factores alimenticios influyen aún mas, desde el 35 al 50%. Y mientras el consumo de carne, productos lácteos y comida frita se ha convertido en una rutina diaria, el cuerpo femenino ha sido agredido por funciones hormonales alteradas, a una temprana edad de pubertad, y a un mayor riesgo de contraer cáncer. Al eliminar factores alimenticios insalubres y promoviendo las dietas que disminuyen el riesgo, esperamos cambiar la situación de esta epidemia.

Notas

1. Consejo Nacional de Investigación. Dieta, Nutrición y Cáncer. Washington D.C.:1982.

2. Armstrong B, Doll R. Factores medioambientales e incidencia del cáncer y mortalidad en diferentes países, con especial referencia a las prácticas dietarias. Int J Cancer 1975;15:617-31.

3. Hirayama T. Epidemiología del cáncer de mama con especial referencia al rol de la dieta. Medicina Preventiva – 1978; 7: 173-95

4. Rose DP, Boyar AP, Cohen C, Strong LE. El efecto de una dieta baja en grasas en los niveles hormonales en mujeres con enfermedad de mama cística. Journal of National Cancer Institute / 1987;78(4):623-6.

5. Ingram DM, Bennett FC, Willcox D, de Klerk N. El efecto de una dieta baja en grasas en los niveles de la hormona sexual femenina. Journal of National Cancer Institute / 1987;79(6):1225-9.

6. Goldin BR, Gorbach SL. El efecto de la dieta en los niveles del plasma, el metabolismo y la excreción de los estrógenos. American Journal of Clinic Nutrition 1988;48:787-90.

7. Kagawa Y. El impacto de la occidentalización en la nutrición de los Japoneses. Preventive Medicine / 1978;7:205-17.

8. Cramer DW, Harlow BL, Willett WC, et al. Consumo de galactosa y metabolismo en relación al riesgo de cáncer de ovario. Lancet / 1989;2:66-71.

9. Malter M, Schriever G, Eilber U. Células naturales destructoras, vitaminas, y otros componentes sanguíneos del hombre vegetariano y omnívoro. Nutrition & Cancer / 1989;12:271-8.

10. Barone J, Hebert JR, Reddy MM. La grasa dietaria y la actividad de la célula natural destructora. American Journal of Clinical Nutrition / 1989;50:861-7.

11. Nordenstrom J, Jarstrand C, Wiernik A. American Journal of Clinical Nutrition / 1979;32:2416-22.
12. Hawley HP, Gordon GB. Laboratory Investigation / 1976;34:216-22.

13. Kelley DS, Branch LB, Love JE, Taylor PC, Rivera YM, Iacono JM. ícido alfa-linoleico e inmunoincoptencia en humanos. American Journal of Clinical Nutrition / 1991;53:40-6.

14. Endres S, Ghorbani R, Kelley VE, et al. New England Journal of Medicine / 1989;320:265-71.

15. Watson RR, Prabhala RH, Plezia PM, Alberts DS. El efecto del beta-caroteno en personas mayores. American Journal of Clinical Nutrition / 1991;53:90-4.

16. Willet WC, Stampfer MJ, Colditz GA, Rosner BA, Hennekens CH, Speizer FE. Grasa dietaria y riesgo de cáncer de mama. New England Journal of Medicine / 1987;316:22-8.