Derechos animales: el enfoque abolicionista

Inicio » Artículos y ensayos - Ana María Aboglio » Derechos animales: el enfoque abolicionista

Ana María Aboglio | 25 de junio de 2007 |  Ediciones Ánima

El abolicionismo reclama al presente la necesidad de una clara definición del término para entender su importancia en cuanto al otorgamiento de derechos a los animales. Intento prevenir un posible mal uso, a través de versiones amplificadas o ambiguas, preservando el concepto para no regalar la palabra.

El abolicionismo rechaza la condición de propiedad de los animales no humanos. Encara un punto de partida diferente del que habitualmente se considera para la defensa animal, posibilitando un nuevo y eficaz marco teórico para el análisis de la realidad. Gracias al mismo, podemos comenzar a formular nuevas preguntas en vez de seguir asistiendo a la ineficacia de buscar más respuestas para las preguntas de siempre, pudiendo abordar así nuevas perspectivas. Se lo juzga de “extremo”. En realidad, sólo lo parece. Lo verdaderamente extremo es el grado de opresión y utilización que hacemos de los no humanos, apropiándonos de sus vidas en innumerables y espantosas maneras.

En la teoría de los Derechos Animales del profesor Gary L. Francione, el término abolicionismo es precisado por el autor al referirse a las medidas incrementales que es posible adoptar en materia legal, con vías a suprimir la condición de propiedad de los no humanos. A estas medidas, si bien las considera dentro del objetivo abolicionista  –y opuestas, por lo tanto, a la reforma bienestarista que apunta a seguir utilizando no humanos como recursos–, prefiere llamarlas “prohibiciones”, para que no haya confusión con el objetivo final a largo plazo, cual es la abolición de la propiedad sobre los animales no humanos. [1] Los criterios que puntualiza para considerar a estas prohibiciones como parte de un cambio incremental hacia la abolición, son para comenzar, y no para finalizar el tratamiento de este tema. Lo que es indiscutible es la diferencia entre las mismas y la reforma bienestarista, útil para quienes adscriben a la postura filosófica del bienestar animal, que son quienes en definitiva la han formulado, y que fomentan desde organizaciones ad hoc, Colegios de Veterinarios, organizaciones neobienestaristas, diseñadoras de mataderos al estilo Temple Grandin, industrias explotadoras o entidades proteccionistas que “sólo se dedican a los animales sin hogar”. De esta manera, el abolicionismo rechaza las campañas y los proyectos legales bienestaristas en cualquier caso, sin importar quiénes los sustenten, porque sólo reclaman un cambio en el trato que se les da a los animales no humanos, sin cuestionar la utilización en sí de los mismos. La reforma, introduciendo supuestas mejoras,, va en contra del proyecto abolicionista porque sirve a los intereses de la propiedad de los explotadores. Por eso es que ellos la aceptan, en su caso. Estas reformas no están hechas para ayudar a que los animales no humanos salgan paulatinamente del control de quienes los explotan. Tampoco evitan más y renovadas formas de explotación.

En este sentido el abolicionismo está emparentado, por ejemplo, con el movimiento contra la esclavitud a la que institucionalmente estuvieron sometidos los pueblos de ascendencia africana. Los mismos fueron considerados propiedad de los blancos, siendo comercializados principalmente con el objetivo de servir de mano de obra y sirvientes de los amos conquistadores y explotadores del Nuevo Mundo. Eric Williams considera que el origen de la esclavitud del negro fue económico y no racial: Se habría originado en la necesidad del bajo costo de la mano de obra y no en el color del trabajador, siendo el racismo una racionalización posterior para justificar la opresión de otros seres humanos. [2] Como fuere, el “complejo de superioridad” que cultivó el racismo, basado en características biológicas y hereditarias señaladas como signos de inferioridad –y no de diferenciación–, del grupo dominado, sostuvo y perpetuó el sistema incluso después de que fuera abolido. La violencia deviene endémica en el control de las posesiones animales que tienen ese imperioso impulso de escapar, revelando que la esclavitud es algo más que un problema económico. Por andenes similares transitan racismo y especismo. Es que las cosas no son cosas: Son siempre cosas “de alguien”. Y en esta sociedad, ese “alguien” puede poseer a estas “cosas”, tanto para sacarlas a dar una vuelta por el parque como para convertirlas en un rentable cadáver. [3]

La ideología del Bienestar Animal, que orienta y explica la regulación de las actividades que explotan a los no humanos como recursos, se proyecta operativamente en la aplicación normativa. Pero con el comienzo de cada día, sigue habiendo víctimas y verdugos en los mataderos, productos y consumidores en los negocios, libres y esclavos en las creencias. El ser sensible “protegido” –en terminología de la normativa bienestarista–, sigue siendo materia prima para producir jamón, queso o cuerpos para experimentación. Sigue degradado a los límites de la jaula o el recinto. El accionar humano conforme a esta norma no ha cambiado en un ápice el desprecio por la vida no humana violentada. El público continúa consumiéndolos con la convicción de que hay organizaciones que luchan para que los traten bien o no se extingan, y colabora poniendo la firma que se le solicita si los animales “le importan”.

En 1996 Francione escribía lo que va a repetir en enero del 2007 en una entrevista para VeganFreak [4]: en este momento de la historia de la relación de los humanos con los otros animales, los activistas no deberían usar sus recursos para tratar de conseguir cambios legislativos pro-abolición. Y es que la medida incremental debería reunir criterios muy difíciles de alcanzar. Estos son [5]:

  1. Debe constituir una prohibición.
  2. La actividad prohibida debe ser parte integrante de una institución explotadora, constituyendo una actividad de la misma.
  3. La prohibición debe reconocer y respetar un interés no institucional del animal. Esto es un interés real de individuo y no uno de su propietario para explotarlo.
  4. Los intereses de los animales no pueden negociarse. Significa que debe prevalecer aunque no hacerlo suponga beneficios para los humanos.
  5. La prohibición no debería ser sustituida por una forma de explotación alternativa y supuestamente más “humanitaria».

No sólo estos criterios son difíciles de reunir sino que también son difíciles de exigir en una campaña, estando tan arraigada la idea de propiedad sobre el ser sintiente no humano. Francione considera que se necesita que toda la energía disponible sea volcada en sembrar un cambio de paradigma centrado en el rechazo al uso y explotación de los animales no humanos, para construir un movimiento social y político que posibilite alcanzar esas prohibiciones rumbo a la abolición de la esclavitud. Esto conduciría a la adopción del veganismo como aplicación del abolicionismo en la vida diaria.

Necesitamos percibir los profundos lazos que existen entre la explotación animal, la economía y la sociedad en sí misma, en momento de absoluta crisis ambiental cuyas causas últimas se asientan en la idea de dominio sobre la naturaleza y de separación entre el humano y el resto de la animalidad no humana para justificar su opresión. Un cambio de actitud en las personas generará un cambio significativo en la condición que hoy padecen millones de no humanos. En este sentido el veganismo es una actitud de respeto hacia toda la vida animal no humana sintiente que implica un modo de vida donde se evita voluntariamente su uso, su consumo o la participación en actividades derivadas de su esclavitud, explotación y muerte. No es un fin en sí mismo, sino la lógica consecuencia de una mirada no instrumental de los no humanos, que los reviste con valor inherente.

El movimiento por los derechos de los animales recién comienza. El abolicionismo cuestiona la servidumbre y propone en la práctica una transformación real en la relación con los animales no humanos. Como abolicionistas, nuestra tarea consistirá en crear a diario este movimiento a través de miles de movimientos locales libres de contradicciones y repletos de recetas antiespecistas: Todas 100% vegetarianas.

Notas

[1] Francione, Gary L., “Rain without Thunder. The Ideology of the Animal Rights Movement”, Temple University Press, 1996.

[2] Williams, Eric E., Capitalism and Slavery, New York, 1966.

[3] Ver las relaciones de las leyes bienestaristas con el resto del entramado jurídico y socioeconómico en: Aboglio, Ana María, «El liberacionismo y la actual sociedad esclavista. Decir y hacer hoy para acortar el tiempo de la cosecha».

[4] Entrevista de VeganFreak, disponible en: http://podcast.veganfreak.com/audio/veganfreak-2007-02-04-76047.mp3

[5] Ídem nota 1. Recordar asímismo el epígrafe elegido para este libro: «Si no hay lucha, no hay progreso. Aquellos que dicen defender la libertad sin mover a la agitación… quieren lluvia sin trueno ni relámpagos.» Frederick Douglass.