Carrera contra el destino
«Cuando mi perro se despierta,
puedo adivinar en su mirada
que he aparecido en sus sueños»
James Gardner
Foto: Canódromo en Villa Gesell, pcia. de Buenos Aires. – Investigación Ánima 2001.
Galgos, una de las razas de perros más antiguas domesticadas por el hombre. Su antepasado era un dios en el antiguo Egipto. Elegantes, dóciles y apacibles, han sobrevivido a lo largo de muchos siglos. Sus ladridos, gemidos y aullidos se pueden escuchar en las jaulas de los canódromos siempre que no tengan puesto el bozal para enmudecerlos.
Esta raza canina se extendió a lo largo de África y Asia, apareciendo primero en Inglaterra con la llegada de los Celtas -alrededor del siglo V después de cristo-. Los galgos no fueron criados para correr, ya que existían mucho antes de que las carreras con perros se inventaran. En primera instancia, se sabe que fueron criados en Medio Oriente para satisfacer -obviamente- un fin humano: La caza. Considerados en esa época como un símbolo de estatus social, el último siglo les deparó un drástico cambio.
Las carreras de galgos podrían considerarse como un fenómeno oportunista del siglo XX, basado en la explotación de una sola característica de esa raza: La capacidad para correr velozmente -el galgo es el decimoctavo mamífero más veloz de la tierra-. Lo que no incluye las ganas de ser esclavizados para entretener a otra especie. Es una raza de temperamento dulce y cariñoso que, además, no necesita un enorme parque para correr.
Este mal llamado «deporte» es un gran negocio. Aunque los animales reciban buen trato y cuidado, se hace en pos de su rendimiento. Sin embargo, en la mayoría de los casos, son alimentados de vez en cuando y castigados ferozmente. El cuidado de los perros implica más dinero, además del que se ha invertido para la infraestructura del estadio, arreglos y publicidad, entre otras cosas. Por lo tanto, el animal pasa a un segundo plano, uno que muchas veces es mortal.
Gente apostando para ver ganar a su «perrito». Mientras tanto, los animales deben correr realizando la tarea de manera mecánica. Antes de la carrera, suena un disparo que da comienzo al triste espectáculo; como así también suenan los latidos de seres sintientes con un presente-futuro macabro e infeliz.