Buenas Compañías. Introducción

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Se detuvo en medio de la calle vacía a lamer los diminutos corpúsculos de galletita incrustados en las grietas del pavimento. El hambre había enflaquecido su cuerpo, pero no había mellado su vivacidad. Se acercó, probó apenas el alimento que le ofrecían, olfateó, inspeccionó, se echó. Entendió que había encontrado un umbral seguro donde relajarse y descansar. Uno de tantos, abandonados, perdidos o sin hogar. Uno perteneciente al grupo «problema de la sobrepoblación de perros y gatos». Uno que hoy, tan valioso como cuando vagaba luchando por su vida, ha renovado el ancestral lazo que une al ser humano con el perro. Uno que podría no haber llegado a llamarse Lobo. María Abril.

Así como desde una perspectiva individual, cualquier perro abandonado podría llegar a llamarse Lobo, desde lo social cualquiera podría ser valorado como el famoso Fernando, el popular perro de Resistencia, provincia de Chaco, Argentina, de quien en una entrevista el cantante F.Ortiz llegó a decir: «Por muchas cosas que sé de Fernando, pienso que puede existir la reencarnación del alma de un ser humano en un animal, siempre que el ser humano haya sido bueno, por supuesto«. Alma, del latín ánima, de donde también deriva animal. Una idea ya propuesta por Averroes. Pero… ¿no era que los animales no tenían alma?
En la filosofía de Descartes -un apólogo de este esquema-, su conclusión de que toda la materia estaba gobernada por principios mecanicistas hubiera llevado a sostener la herética postura de que los humanos también son máquinas. El filósofo elude la hoguera a la que la Iglesia lo hubiera llevado, mediante la idea de identificar el alma con la conciencia, la que sólo poseerían los seres humanos. Por ello los animales no podían experimentar dolor ni ninguna otra experiencia sensible. Pero las cartas que el francés envía a su amigo Henry More, revelan otras aristas. En una dice: «Mi opinión no es cruel con los animales sino indulgente con los hombres -al menos con aquellos que no se entregan a las supersticiones de Pitágoras- puesto que les absuelve de la sospecha de crimen cuando comen o matan animales.» En otra le confiesa haber descubierto la existencia de afecto en quien cariñosamente llamaba «señor Grat» y a quien trataba con mucha consideración, y que no era otro que su propio perro.

Los animales no son nuestra propiedad

Cuando decidas responsablemente ingresar a un compañero animal no humano en tu familia, abrile las puertas a un callejero o residente de un refugio. Adoptá. Un compañero no es una mercadería. Evitá su reproducción. Si no podés controlarla, esterilizá a los animales bajo tu cuidado. Tratalo con respeto a su integridad psico-física. Aprendé respecto de su comportamiento natural y esmerate por entenderlo. El confía en, y depende de vos. Preocupate y ocupate del animal abandonado o perdido: tu ayuda hace la diferencia. Reclamá el funcionamiento de servicios veterinarios públicos y gratuitos en tu municipio. Oponete a la matanza de los animales en situación de calle. Detené o denunciá el maltrato.