La cadena alimentaria, el círculo de la vida y otras historias de la naturaleza del mundo

Ariel Tsovel | Anonymous for animal rights, 2004 |  Traducción: Ana María Aboglio y Pepa Astelarra © 2004 Ediciones Ánima

El mejor argumento posible Alguien quiere comer carne teniendo la conciencia limpia. El está shockeado al escuchar las terribles condiciones en las que viven los animales antes de convertirse en “carne”. Está de acuerdo con usted en que este hábito no justifica tal sufrimiento hacia las gallinas. Incluso él sabe que una dieta vegetariana puede proporcionarle una excelente alimentación. En suma, no es fácil mantener limpia la conciencia de uno. El piensa por un momento, preocupado, y de repente exclama con alivio: “¡somos todos parte de una cadena alimenticia!” (o: “¡Pero es el círculo de la vida!”, o: “¡Así es en la Naturaleza!” y así sigue.) ¿Convincente? Obviamente no -al menos que uno quiera, y lo quiera mucho- encontrar una excusa.

Cadena de producción, el círculo de la destrucción.

En los libros de texto de biología y libros populares acerca de la naturaleza, a menudo se encuentran encantadores dibujos en los cuales todas las formas de vida están conectadas a través de flechas, enseñándonos quién come a quién: Plantas – Herbívoros –Carnívoros – Bacteria – y después de vuelta a las Plantas; un círculo perfecto, donde cada uno tiene su lugar propio. Los humanos también tienen su lugar propio (ultra-carnívoros por supuesto), y ¿deberíamos tratar de sacarlos de este lugar? – podríamos estar perturbando el orden natural de las cosas. No sólo eso, sino también que en la mera desviación del orden natural, ¡estaríamos revelando una arrogante enajenación hacia nuestro reino animal. Todo esto es correcto y está muy bien, pero es un poquito duro ver cómo esta cadena natural de flechas se acomoda a los gallineros con clima controlado, a las jaulas en batería, a los antibióticos, a los camiones de carga y a los fluidos emanados de los desperdicios del matadero. Ha llegado el momento de despertar, después de miles de años de domesticación y más de cien años de agricultura industrial: la explotación de los animales para obtener comida es un acto de puro dominio, completamente distorsionado de las mutuas relaciones ecológicas. Es un sistema de productores y consumidores, determinando la existencia y destrucción de animales como si fueran productos industriales inanimados. La única conexión que este sistema mantiene con la naturaleza es como agente de destrucción: contaminando y desperdiciando el agua, destruyendo el planeta, eliminando áreas de vegetación, y fomentando la extinción de animales salvajes.

Los cazadores asaltados (el supermecado más cercano) al amanecer.

Hay quienes insisten en que la carne es una necesidad para la naturaleza del humano -la naturaleza del cazador. Y para evidencia: cuando la gente va de caza, descubren en ellos mismos la auténtica lujuria de la caza, reprimidos por la sofocada capa de la sociedad urbana. Pero, ¿cuándo van a cazar? y ¿cómo? ¿Armados con un carrito de supermercado y una tarjeta de crédito? ¿Es la verdadera naturaleza del humano revelada por el deshielo de un pollo congelado del congelador? ¿O quizás prendiendo las llamas de un asado?

Si eso es naturaleza,¡danos cultura!

El argumento de la “cadena alimenticia” trata de convencernos de que comer carne es natural para el hombre, y que es por eso, moralmente correcto. ¿Y cuál es la conexión entre “natural” y “moral”? Una mera coincidencia: nuestros puntos de vista con respecto a un fenómeno natural varían de acuerdo con nuestros valores. Si por ejemplo, “natural” significa disfrutar del aire libre, vivir una larga vida y cooperar con otros, entonces “natural” es bueno, y nosotros nos esforzaremos para satisfacer nuestras tendencias naturales. Pero si “natural” significa sufrir de enfermedades, constantemente pelearnos con nuestros vecinos y morir joven, entonces “natural” es malo, y todos preferiríamos ir en contra de la naturaleza.

Para la naturaleza del hombre es mal y bien desde su juventud.

De todos modos, tal vez el hombre sea un depredador sediento de sangre por naturaleza -uno que huele un venado en el campo (o ve un anuncio de hamburguesas) e inmediatamente siente un incontrolable impulso de satisfacer su naturaleza primal (¿agarrar un instrumento filoso y clavarlo en la carne)? O quizás -como otros dicen- es realmente un noble con alma de ángel, que escucha el llanto de un gatito en el campo (o atrás de los tubos de gas en el patio) e inmediatamente siente el impulso de satisfacer su naturaleza (cuidarlo, alimentarlo y adoptarlo)? Sí y sí. Algunas personas son del primer tipo y otras del último. Y aún más importante: algunas sociedades cultivan la crueldad, y algunas cultivan la compasión. El potencial para la crueldad y la bondad está en todos nosotros, pero su realización requiere una cierta base cultural, un proceso de aprendizaje. Por lo tanto no hay razón para preguntarse si la gente es “depredadora” por naturaleza. La única pregunta relevante es qué eligen ser.

¿Quién disfruta la buena vida en la naturaleza?

¿Cuándo la gente insiste, en nombre de toda la evidencia práctica y los argumentos racionales, que hay “algo” en la naturaleza después de todo, “algo” que no puede ser negado, nuestra verdadera esencia, el orden natural de las cosas- y no hay nada que hacer? Muy simple: cuando tienen algo que ganar de tal descripción acerca del balance de poder entre ellos mismos y los otros. Cuando usted es el que está pisoteando al otro- y lo disfruta- parece muy natural para usted; ¿para qué molestarse en pensar que hay otra forma? Pero cuando usted es el que está siendo pisoteado, preferirá pensar que las cosas se podrían hacerse de otra manera: “No es nuestra real esencia, la que hace que otros quieran comerme; es simplemente alguien que quiere comerme; para mí, mi esencia es vivir.”

La naturaleza del hombre saludable occidental

Están esos que son más -mucho más- inclinados a usar el argumento “natural” como justificación para lastimar a otros. Estos son los titulares del poder de la sociedad, a los cuales les gusta pensar que su poder fue otorgado por naturaleza. Es por eso que no es sorprendente que la clase alta de los hombres blancos occidentales han estado –y continúan estando- inclinados a usar este argumento, mas que otros grupos. Antes de que el movimiento para abolir la esclavitud marcara su victoria, era raro encontrar una persona occidental que no justificara el asesinato de masas y la esclavización de los africanos, bajo las suposición que la esclavitud era natural (“¡siempre lo ha sido, y siempre lo será!”, y que el control de la raza blanca sobre los negros se derivó de la naturaleza de los dos grupos. (“Los negros son inferiores a los blancos”). Antes de que el movimiento feminista madurase, era raro encontrar a un hombre occidental que no justifique la opresión financiera, cultural y física de la mujer, bajo la suposición de que los roles de cada sexo eran naturales, y así como su desigualdad. Excusas de este tipo no han desaparecido de la sociedad. Sobre todo, sobreviven en las exigencias de que la opresión de los animales no humanos es natural para ambos (Hombre y animal), los mismos animales que el Hombre tortura y mata.