Experimentación animal: ¿La causa oculta de la polución ambiental? ¡Absolutamente!

Hoorik Davoudian. | noviembre, 2005 |. © Traducción: Ana María Aboglio. Ediciones Ánima.

Versión condensada del texto: Animal Experimentation:The Hidden Cause of Environmental Pollution? Absolutely!

¿Se preguntó alguna vez por qué el aire que respiramos, la comida que comemos, el agua que bebemos, y la tierra por la que caminamos están contaminados? La respuesta sumamente resumida es simple: la experimentación animal, también conocida como vivisección, es la causa oculta de la polución del medio ambiente y de los problemas de salud pública. La investigación utilizando animales es una metodología no científica para la evaluación química. La naturaleza no conclusiva, errónea, de las pruebas con animales, crea una pantalla de humo -una coartada que permite la continua elaboración de todo tipo de químicos tóxicos y peligrosos. La vivisección transmite una falsa ilusión de seguridad, pero todo lo que logra es una demanda continua de «más nuevos» y «mejores» venenos que terminan contaminando nuestro planeta.

¿CÓMO SE GENERA LA POLUCIÓN AMBIENTAL?

Cada año, se elaboran toneladas de millones de varios tipos de productos químicos para usos comerciales, industriales, agrícolas, militares, domésticos y personales alrededor del mundo. Aunque el número exacto es desconocido, se estima que se usan tanto como 70 millones de tipos diferentes de tóxicos y productos peligrosos solamente por las industrias norteamericanas cada año.(¹) Los pesticidas solamente suman 40,000 compuestos.(²) Los medicamentos recetados suman mas de 205.000 variedades.

Son estos químicos los que contaminan nuestro aire, nuestra tierra, nuestros arroyos, nuestros océanos, y los suministros de agua subterráneos, como así también nuestra comida y nuestros cuerpos. Ello ocurre mientras son elaborados, cuando se usan, y cuando se los desecha. Contaminan el aire cuando los químicos escapan hacia la atmósfera por las chimeneas de las fábricas durante el proceso de producción, uso, y desecho. Contaminan los arroyos cuando las industrias lanzan aguas contaminadas a los canales aliviadores y cuando se vierten químicos intencionalmente en las bocas de tormenta, o se permite que éstos ingresen ahí cuando llueve. Los químicos contaminan las aguas oceánicas cuando los arroyos desembocan en ellas, y cuando los químicos volcados a las cañerías de desechos cloacales son liberados en el océano. Contaminan la tierra y los suministros de agua subterráneos cuando se vierten químicos intencionalmente a la tierra, como en la aplicación de pesticidas sobre las tierras de cultivo, cuando gotean fuera de tuberías rotas y tanques subterráneos de almacenamiento, y cuando son arrojados con los desechos a los basurales y éstos penetran los suelos de los rellenos sanitarios.

EL PAPEL de la VIVISECCIÓN

Para hacer que estos venenos sean aceptables para el público, los imperios químicos, farmacéuticos y petroleros se apoyan en la vivisección. Eche una mirada alrededor suyo, en su casa y en su lugar de trabajo hay un gran número de productos químicos que se han considerado «seguros» y /o «aceptables» para nuestro uso. ¿Se ha preguntado usted alguna vez de dónde provienen estas garantías de seguridad? Estas garantías de «seguridad» fueron todas fabricadas en laboratorios partidarios de la vivisección. (³) Entre los animales utilizados se encuentran ratas, ratones, cobayos, hámsters, ardillas, jerbos, conejos, peces, sapos, ranas, lagartos, insectos, perros, gatos, monos, simios, aves silvestres, codornices, palomas, pavos, patos, pollos, vacas, cabras, y caballos. Se realizan numerosos tipos de pruebas de toxicidad (LD, LC, LDLo, TDLo, TCLo, MTD, etc.) bajo el estandarte de la comprobación de la toxicidad. Otros estudios incluyen pruebas de irritabilidad cutáneas y oculares (el infame Test Draize), estudios sobre carcinógenos (cáncer) y mutágenos (mutación genética), teratología (defectos congénitos) y estudios sobre toxicidad reproductiva, hepatotoxicidad (lesiones hepáticas) y nefrotoxicidad (lesiones renales), estudios neurotóxicos, etc.

De estos estudios, se compilan asombrosas cantidades de datos ambiguos, contradictorios e inválidos, lo cual les permite a los «científicos» extraer sus conclusiones “científicas”. Por ejemplo, si ellos quieren «demostrar” que un producto químico en particular no es un carcinógeno, todo lo deben hacer es presentar la evidencia de esas pruebas en animales que apoyen esa postura. Por otro lado, si ellos desean demostrar que el mismo producto químico es un carcinógeno, ellos producen otras pruebas de laboratorio que demuestran que el producto resulta ser carcinógeno. Esto es lo que el Dr. Bruce Ames, Director del Instituto Nacional del Centro de Ciencias de la Salud del Medio Ambiente de la Universidad de California en Berkeley tiene para informar: «De los 392 productos químicos de nuestro banco de datos que se han probado tanto en ratas como ratones, 226 eran carcinógenos en por lo menos una prueba, pero 96 de estos eran positivos en el ratón y negativos en la rata o viceversa». El Dr. Ames continúa: «Recíprocamente, carcinógenos humanos importantes pueden no detectarse en pruebas normales en roedores; esto fue así durante mucho tiempo tanto para el humo del tabaco como para el alcohol, las dos mayores causas de muerte neoplásica identificadas en los Estados Unidos”. (4) Un simple análisis de los hallazgos del Dr. Ames demuestra que, a todos los fines prácticos, hay una posibilidad del 50% de que un carcinógeno para el ratón pueda ser también un carcinógeno para la rata – lo cual viene a ser igual que lanzar una moneda a cara o cruz. Esto significa que no hay correlación alguna entre la rata y el ratón. Si no hay ninguna correlación entre dos animales tan “estrechamente” relacionados, ciertamente nunca la habrá entre la rata y el perro, o el perro y el gato, y menos aún cualquier correlación entre cualquiera de estos animales y el animal humano.

No es sorprendente que los miles de carcinógenos animales “conocidos” se usen rutinariamente y/o se encuentren en nuestro agua potable, nuestra comida y en los productos químicos que usamos. El cloroformo es uno de tales carcinógenos, derivado de la clorificación del suministro de agua utilizable. Los pesticidas declarados carcinógenos como consecuencia de pruebas en animales y sin embargo utilizados rutinariamente en la fumigación de cosechas son otro ejemplo. (5) La trietanolamina, un ingrediente utilizado en muchos detergentes para el lavado y el percloroetileno, que es un agente usado comúnmente en la limpieza a seco, están entre los innumerables «carcinógenos animales» que consumimos.

Una distorsión interesante del sistema aparece cuando, en ciertas ocasiones, un producto carcinógeno se comercializa con una indicación de «advertencia». Un ejemplo de esto es el caso de un muy popular edulcorante artificial, “Sweet’N Low” que lleva la siguiente indicación: «El consumo de este producto puede ser perjudicial para su salud. Este producto contiene sacarina que se ha determinado que causa cáncer en animales de laboratorio». Por supuesto, cabe señalar que la sacarina es reglamentada como un carcinógeno en California. La evidencia que apoya tal regulación es: cáncer de vejiga en ratas macho como consecuencia de la ingesta de sacarina en dosis equivalentes al consumo humano de 800 a 1000 latas de gaseosa dietética por día durante toda la vida. (6) Increíblemente, se dirigen muchos «proyectos de investigación» similares por todo el mundo probando con productos químicos en concentraciones un millón de veces mayores que en las consumidas por humanos.(7)

No solamente la sobredosis contribuye a la falacia de la vivisección, sino que el problema de las variaciones entre especies hace a todos los tipos de vivisección inherentemente erróneos. Puesto que cada especie animal tiene una entidad bioquímica diferente, se desprende de ello que cada especie reaccionará de forma diversa a distintas substancias, no sólo en relación con otra especie animal, sino también con respecto al animal humano. Incluso dos animales “estrechamente” relacionados como la rata y el ratón reaccionan en forma diversa entre sí. Entre las diferentes especies son comunes las variaciones de magnitud en el orden de varios miles.(8) El principio de variación entre especies no es la excepción, sino más bien la regla. Los egipcios supieron acerca de la variación entre especies hace miles de años. Para averiguar si la comida del faraón estaba envenenada, ellos se la daban a probar primero al cocinero, no a la rata. De hecho, en casi todo libro, informe o artículo sobre toxicología que se publica hoy día se consignan inevitablemente las preocupaciones de los «científicos» acerca del problema de la variación entre especies. Sin embargo, los profesionales de la ciencia “moderna” y de la medicina han escogido ignorar, desafiar, y /o han ocultado sus propias observaciones y hallazgos, así también como las más básicas leyes naturales que gobiernan las interminables diferencias bioquímicas entre las diferentes formas de vida.

REGLAMENTACIONES AMBIENTALES

El fraude de la investigación animal se extiende más allá del proceso de producción y marketing químico y se aplica a todo el campo de la «protección del medio ambiente». Los estudios de evaluación de riesgo que apuntan a demostrar o refutar los peligros asociados con las emisiones tóxicas al aire de un incinerador, con las descargas de aguas servidas de una planta de tratamiento de aguas servidas al océano, con la descarga de químicos de una planta industrial a un arroyo, o con la aplicación de pesticidas a las cosechas, son ejemplos de investigación ambiental donde la vivisección se usa rutinariamente para justificar las conclusiones variables y contradictorias -dependiendo de los intereses de aquéllos que pagan por dichos estudios. Otros casos de leyes y políticas ambientales que incluyen a la vivisección, son las normas gubernamentales sobre agua potable establecidas/ vigentes, sobre los límites aceptables de polución ambiental, sobre los niveles seguros de exposición del trabajador a sustancias (TLV, PEL, TWA, y STEL), sobre la reglamentación de pesticidas, y sobre los requisitos de las Planillas de Datos de Seguridad de Material para decenas de millones de productos químicos industriales.

Desgraciadamente, lejos de salvaguardar al público y al ambiente, estas medidas de «seguridad» hacen que sea muy seguro y muy legal que los que contaminan, lo sigan haciendo -siempre y cuando lo hagan dentro de los límites de la ley-. La razón es la siguiente: para que cualquier reglamentación pueda proteger al público y al ambiente debe fundamentarse sobre sólidas bases científicas. La comunidad científica exige aceptar esta premisa básica. De hecho, está a menudo en conflicto con la comunidad reguladora porque argumenta que en lugar de establecerse reglamentaciones basadas en conocimientos científicos, los reguladores las establecen basadas en consideraciones económicas (es decir, costo a la industria para cumplir con las leyes). Sin embargo, lo que la comunidad científica no admite es que lo que se llama «ciencia» no es más que ficción. Y, ya que las leyes ambientales de hoy se basan en datos no científicos obtenidos de pruebas animales erróneas, el resultado trágico es que lejos de proteger al público y el ambiente, tales leyes y reglamentaciones protegen a la industria y permiten la existencia de carcinógenos, teratógenos, y tóxicos de todo tipo en nuestra comida, nuestro aire, nuestro agua, nuestras casas, y nuestros lugares de trabajo.

Sin dudas, las políticas genuinamente pensadas para proteger el ambiente y el público tendrían que basarse en una verdadera ciencia. Así, se eliminaría la confianza en la investigación con animales y se prohibiría la producción de toneladas de millones de venenos, mientras que se controlaría de forma responsable el uso de aquéllos considerados «esenciales» a los que la humanidad se ha vuelto adicta. Es asombroso cómo tales investigaciones y políticas son instigadas y apoyadas por instituciones auto-proclamadas «ambientalistas» y «ecologistas» y, en general, por el «movimiento ambientalista.»

EL PROBLEMA

El problema es que hay un ciclo vicioso creado intencionalmente que apoya a muchos grupos de intereses. Estos grupos, todos interrelacionados, son los siguientes: el imperio químico, el imperio de petróleo, el imperio farmacéutico, la industria alimenticia, la industria tabacalera, los institutos de investigación, los institutos de “salud”, el ejército, el gobierno, e incluso el llamado movimiento ambientalista. En otras palabras, un grupo crea el problema, otro grupo alega estar evaluando y estudiando el problema, y aun otro pretende estar luchando y resolviendo el problema.

La investigación animal se presenta al público como una metodología científica para la evaluación de sustancias químicas. Los fabricantes alegan que ellos identifican los riesgos químicos a través de la comprobación animal. Las agencias gubernamentales aseguran que minimizan los riesgos a través de la entrada en vigor de reglamentaciones (establecidas a través de las pruebas en animales). Los organismos de salud afirman que si nosotros no les damos carta blanca para llevar a cabo investigaciones en animales, nosotros y nuestros niños estamos destinados a morir en formas desgraciadas. Ellos alegan que la civilización y el progreso van de la mano con el crecimiento en la producción de químicos. Aseguran que sin la investigación animal, la vida en el planeta Tierra está destinada a desaparecer. El hecho es que la investigación animal es la responsable de la devastación de la vida en nuestro planeta, así también como del desastre causado a nuestra salud y del derrumbe de nuestras economías.(9) Lamentablemente, la mayoría de las personas así como la mayoría de las organizaciones ambientales no hacen esta conexión esencial.

No debería costar darse cuenta, entonces, que los millones de productos químicos sintéticos a los que nos exponemos en forma cotidiana no pueden ser inofensivos para nuestro organismo. Sin embargo, la naturaleza y magnitud del daño solo se hacen evidentes luego de que el “cobayo” humano ha sido expuesto al tóxico. Es por ello que, por ejemplo, un carcinógeno animal puede no ser después de todo un carcinógeno humano. Recíprocamente, los químicos considerados seguros a través de las pruebas rutinarias en animales dañan a un sinnúmero de seres humanos. Prueba de esto es el hecho que la Dirección de Alimentos y Medicinas de Estados Unidos (FDA) retira mas de 12,000 medicamentos expendios bajo receta (considerados «seguros» basados en muchos años de comprobación animal previo al registro en la FDA) del mercado todos los años.

LA SOLUCIÓN

La solución a nuestros problemas ambientales y de salud asociados a ellos no requiere un retorno al «oscurantismo» como algunos puedan temer. Una vez que nos demos cuenta de que numerosísimas pruebas animales son tan inútiles (y, de hecho, son perjudiciales) como una sola, y una vez que aceptemos el hecho de que los animales no pueden advertirnos ni menos aún protegernos de los peligros inherentes de los químicos tóxicos, la polución, y las enfermedades, la responsabilidad de proteger a la humanidad recaerá sobre nosotros.

En lugar de exigir más «investigación» y «estudio» de los fabricantes de químicos, en lugar de empujar a nuestro gobierno para que ponga en vigor más «reglamentaciones» y «límites de seguridad» y en lugar de intentar revertir el problema después del hecho, empecemos con nosotros mismos en nuestras propias casas. Consumamos menos fuentes de polución eliminando los muchos venenos que usamos en nuestras vidas cotidianas. Se dice que la casa de hoy contiene más químicos que un laboratorio de fines de siglo. Entonces, comencemos por deshacernos de todos los productos tóxicos que hemos guardado debajo de la pileta de nuestra cocina, en el botiquín, y en el garaje. Podemos reemplazar a estos productos por soluciones simples, naturales, y efectivas para nuestras necesidades de higiene personal y doméstica.

Comamos comida libre de venenos de recipientes libres de venenos. Usemos ropa libre de venenos. Manejemos automóviles libres de venenos. Miremos aquellos programas de televisión que no nos bombardeen día y noche con innumerables anuncios intentando vender «nuevos y mejores» venenos.

Llegará el día en que el reciclar, el vivir ecológicamente, el vegetarianismo, y la anti-vivisección no sean una cuestión optativa sino mas bien cuestión de supervivencia. Llegara el día en que el progreso y la modernización no sean sinónimos de la existencia de más productos químicos y drogas. No es difícil ver que el único «progreso» que el uso y abuso que los productos químicos tienen para ofrecer es el progreso hacia la destrucción total de nuestra salud, nuestra economía, y nuestro planeta.

La vivisección es la causa oculta de nuestra polución ambiental y de nuestros problemas de salud pública. Destruyamos el mito y el ritual medieval de la vivisección como argumento para aspirar a la verdadera ciencia, al verdadero progreso y civilización, y para asegurar un ambiente libre de veneno para nosotros y las generaciones por venir.

Referencias

1. El personal de OSHA estima que hay entre 40 y 70 millones de Planillas de Datos de Seguridad Material (MSDS) en uso en todo el país (EEUU).

2. Registrado por la Agencia de la protección ambiental de Estados Unidos (EPA) y regulado por el Acta Federal de Insecticidas, Fungicidas, y Venenos para Roedores (FIFRA).

3. Bajo el Acta de Control de Substancias Tóxicas; el Acta Federal de Insecticidas, Fungicidas, y Venenos para Roedores; etc., el EPA americano está autorizado para requerir la comprobación animal de «nuevos” químicos, químicos viejos que se proponen para los nuevos usos o para los que hay una sospecha de efectos adversos para la salud, y nuevas mezclas de químicos viejos o nuevos. En otras palabras, pueden probarse cualesquiera y todos los productos químicos en animales.

4. Bruce N. Ames, Renae Magaw, Lois Swirsky Gold, «Posicionando Posibles Peligros Carcinogénicos,» Science 236 (1987), Pág. 275.

5. «El uso de pesticidas sobre alimentos que se han evaluado como posibles carcinógenos,» EPA americano, Oficina de Pesticidas y Tóxicos, Reto Engler, Ph.D., julio de 1992.

6. Por ejemplo, vea Edward J. Calabrese, «La extrapolación animal. Una mirada dentro de la caja negra del toxicólogo,» Environmental Science & Technology 21, No. 7 (1987), Pág. 618.

7. Por ejemplo, vea Environmental Science & Technology, Pág. 618.

8. Por ejemplo, vea Riesgos para la salud humana a la exposición química: El gran ecosistema de los lagos, R. Warren Flint y John Vena, de Lewis Publications Inc., MI, 1991, Pág. 34 que afirma, «Las potencias tóxicas de 2,3,7,8 TCDDD [Dioxina] y sus compuestos relacionados exhiben variabilidad profunda entre especies. Hay por ejemplo, aproximadamente una diferencia en 5000 veces entre los mamíferos del laboratorio en el LD50 agudo. »

9. En 1994, el costo anual de salud pública en los EE.UU. era de 1.2 billones de dólares.