Cereales integrales. Mijo.

Ediciones Ánima.

El mijo tiene pequeños granos envueltos en una durísima capa de silicio que debe quitarse para consumo humano. Todo su desarrollo concentra una gran cantidad de calor que toma del sol y hace a su característica energética más destacada. Necesita poca agua y bastante calor para madurar. Es muy resistente a las sequías. En una de sus distintas variedades, su origen se remonta a tiempos prehistóricos. La alcandía por ejemplo, es oriunda de África, mientras que el almorejo era muy apreciado en la antigua China. Hoy forma parte de la alimentación de millones de personas en el mundo. El mijo que conocemos, apto para celíacos y muy remineralizador del organismo, era muy común en la Europa anterior al siglo XIX. En Argentina se cultiva en la provincia de Buenos Aires, La Pampa y Córdoba. Tiene un 5% de aceites aproximadamente, según la variedad, un 60% de hidratos de carbono, alta concentración de aminoácidos, fibra, vitaminas del grupo B -especialmente B1, B2 y B9-, hierro, magnesio, silicio y fósforo. Por ello se indica en anemias ferropénicas y para fortalecer la piel, el pelo y las uñas. Al cocinarse en forma de papillas y budines, es apto para preparaciones tanto dulces como saladas.

Cocción
  • Lavar una taza de mijo y tostarlo un poco en una sartén, revolviendo para que no se queme.
  • Agregar 2 1/2 tazas de agua y una pizca de sal marina.
  • Llevar a hervor y cuando llegue a este punto, pasarlo a fuego mínimo con difusor hasta que absorba el agua. Dependiendo de la olla y el grado de calor, puede necesitarse un poco más de agua. El punto justo es cuando tiene una consistencia esponjosa con un suave gusto a nuez.